La novela de Christa Wolf es algo más que una revisión de la figura de Casandra. La profetisa troyana nos habla de mitología, de feminismo y de guerra.
‘¿Por qué quise sin falta el don de la profecía? Hablar con mi propia voz: lo máximo.’
Edición Diario El País, 2005.
A Christa Wolf le tocó vivir la época convulsa de la posguerra precisamente en esa Alemania dividida tras la Segunda Guerra Mundial. Escribió Casandra ya en 1985 y es sin duda su novela más leída por muchas razones. Aclaramos quién es Casandra en la mitología griega para situar al lector.
Casandra en la mitología griega
Casandra es una profetisa troyana, hija precisamente del rey de Troya, Príamo. Tenía la particularidad de que sus profecías nunca eran creídas. Es decir, ella tenía visiones, tenía sueños y era capaz de predecir el futuro. Entre otros acontecimientos predijo el desastre de Troya, pero nadie la creía.
El motivo que aparece en los textos de mitología para esa falta de persuasión hacia su audiencia se encuentra en una maldición hecha por el dios Apolo, el encargado de la adivinación y las profecías. Parece ser que Apolo le otorgó a la chica el don de la profecía a cambio de favores sexuales a los que, una vez conseguido el don, Casandra se negó. La rebeldía no podía quedar impune y de ahí que Apolo la condenara a que nadie creyera sus predicciones jamás.
Sin embargo hay un motivo más evidente para que tomaran a Casandra por una loca y nunca la tuvieran en cuenta: era mujer. Era mujer en la antigua Grecia; o en Troya, pero para el caso es lo mismo. De ahí que la figura de Casandra se haya considerado posteriormente como el paradigma de la mujer que se atrevió a hablar. Mientras los hombres intentaban silenciarla a ella y a todas las mujeres.
La Casandra de Chirsta Wolf
Christa Wolf nos presenta a una Casandra justo a su llegada a Micenas. La puerta de los leones le da su funesta bienvenida porque, como buena profetisa, sabe que va a morir. (Lo siento, no hay spoilers en cuestiones de mitología). La novela es un monólogo con tintes de tragedia griega y con grandes dosis de lirismo. Casandra nos relata en primera persona no solo sus emociones, sino todos los acontecimientos que la han llevado hasta allí.

Como personaje central de la guerra de Troya, por el monólogo de Casandra se pasean los personajes habituales que conocemos gracias a la tradición homérica. Héroes como Ulises, Agamenón, Menelao o Diomedes. La bestia (según palabras de Casandra) Aquiles y Eneas, el único hombre al que ha amado en su vida y con el que tiene una conexión especial que no desaparece en toda la novela.
También nos muestra a un rey Príamo que vive en sus mundos de fantasía completamente influenciado por Eumelo, artífice de todos los malentendidos que provocaron la caída de Troya. Más hombres se pasean por la cabeza de la profetisa, Pántoo, su compañero en el templo de Apolo, el adivino Calcante, que se pasa al bando griego y su adorado Anquises, el hombre más cabal que aparece en estas páginas.
Pero sobre todo Casandra habla de mujeres. Esas mujeres que la mitología escondió y que ella se empeña en darles voz. Clitemnestra, la que pondrá fin a la vida de Casandra obligada por las circunstancias, Hécuba y su transformación a lo largo de los años de una mujer fuerte y poderosa a una mujer doblegada por el poder patriarcal. Pártena, Arisbe y Marpesa que la enseñan otra forma de vida donde las mujeres son protagonistas. Y, por supuesto las amazonas, que acuden a la guerra como aliadas de los troyanos y que tienen un único objetivo en la vida: ‘Vale más morir luchando que vivir como esclavas’
El contexto de Casandra
Casandra sabe que va a morir. Casandra llega a Micenas como esclava de Agamenón, como botín de guerra. Y antes de morir, rememora toda su vida en apenas 160 páginas en las que nos muestra todo el contexto de la época. La guerra de Troya, el sinsentido de la guerra, la vida en pausa debido a la guerra. El motivo de la guerra: Helena.
Una Helena que en la novela de Christa Wolf se convierte en el fantasma que apuntaron en su día algunas teorías. Helena nunca llegó a Troya, los troyanos jamás vieron a la hermosa mujer por la que estaban en guerra. Helena, que se quedó en Egipto. Helena como mentira para comenzar una guerra, porque lo que de verdad querían los griegos y por lo que luchaban los troyanos era por el control del estrecho de los Dardanelos. Pero sin Helena, Homero no nos hubiera cantado como nos cantó. Sin Helena, griegos y troyanos no hubieran alcanzado la gloria eterna. Y sin Casandra, griegas y troyanas no hubieran podido alzar la voz.
Laura Vélez